El origen de este peculiar plato se remonta a la época de la reforma católica. Según el canon 1251 del Código de Derecho Canónico «todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne». Aunque esta tradición se ha ido perdiendo con el paso de los años, en el siglo XVI contribuyó a que el pescado y el marisco formasen parte de la dieta de la corte madrileña, la única que podía permitirse dichos manjares. Con el paso de los años, en el siglo XIX, llegó una gran influencia cultural y gastronómica desde Andalucía y se empezó a popularizar el característico rebozado. Debido al bajo precio del calamar y la ausencia de espinas, se le añadió pan al plato para añadirle sabor y aporte calórico. Pronto los jóvenes convirtieron este bocadillo en el fast food castizo. Fue ya en el siglo XX cuando el bocadillo de calamares se convirtió en un clásico de Madrid. Este excelso bocado de la capital, apreciado por madrileños y turistas, se encuentra ahora en bares por toda la ciudad. Una opción buena, bonita y barata de la gastronomía madrileña con una gran historia.