El flamenquín cordobés ha subido a lo más alto de la gastronomía nacional.
El nombre, le viene dado por su color rubio tostado, similar al uniforme de los soldados flamencos venidos de Flandes en la época del Rey Carlos I, aunque me inclino que el nombre “flamenquín” puede ser que esté relacionado con el cante flamenco de Andalucia….
Sea como fuere, está riquísimo, se puede preparar con antelación y congelar, por lo que es muy socorrido y lo que es mejor aún les encanta a los críos y no tan críos….
Suelo pedir al carnicero que de cada trozo que compro de secreto ibérico me saque un filete más grande posible y que me lo aplaste lo más fino posible.
Salpimentar los filetes.
Cocer un huevo y picardo en trozos muy pequeños junto con jamón serrano.
Reservar.
En un mortero poner un diente de ajo y una ramita de perejil y machacarlos.
Mezclar el majaillo con un poco de manteca blanca de cerdo.
Hacer una masa con el jamón, el huevo duro, la mantequilla con el ajo y el perejil y colocarlo en el centro del filete.
Posteriormente enrollarlo y pasarlo por harina, huevo y pan rallado, si quieren que estén más crujientes, volver a rebozar otra vez en huevo y pan rallado.
Reservarlos dos o tres horas en la nevera antes de freírlos.
Freír en abundante aceite, suelo usar freidora.
Una vez sacado del aceite colocarlo sobre papel absorbente.
Servir los flamenquines cordobeses acompañados de un poco de ensalada, patatas fritas y si gustan con una mayonesa.