El bicarbonato de sodio, al combinarse con la humedad y con un elemento ácido, como el yogurt, los huevos o la leche cortada, produce unas burbujas de dióxido de carbono.
Pero si no existe el suficiente ácido para que ocurra la reacción, se generará un sabor amargo en la elaboración.
El polvo para hornear, por su parte, está compuesto por bicarbonato de sodio, al que se le añade un agente ácido, el crémor tártaro, y uno secante, usualmente fécula de maíz.
Aunque los dos realizan la misma función, el bicarbonato de sodio no se puede usar en sustitución del polvo de hornear porque el primero es cuatro veces más potente.
Además, la masa a la que se agregará bicarbonato debe llevar siempre un elemento ácido para que tenga lugar la reacción.
En cambio, sí es posible hacerlo a la inversa, es decir, sustituir el bicarbonato de sodio por el polvo de hornear.
El único detalle es que habría que aumentar considerablemente la cantidad y se podría alterar el sabor del producto final.