La clave siempre está en elegir un vino que no reste protagonismo al plato y aquí entran en juego aspectos como el tipo de pescado o marisco, así como su preparación. Está claro que, con la comida de mar, hay que evitar tintos con mucho cuerpo, ya que anularían el sabor del plato, pero probar algunos pescados y mariscos con un tinto joven o un refrescante rosado puede producir gratas sorpresas.
Entre más fuerte el sabor o porcentaje de grasa del pescado, más posibilidades de maridaje. Así, pescados semigrasos, de carne firme como el mero, el bacalao o el rape maridarán bien con un tinto joven y ligero o un rosado fresco y cítrico.
El pulpo con vino tinto joven también resulta ideal, más cuando se trate de pulpo a feira.
Pescados más grasos, normalmente azules, como el bonito, la caballa, el pez espada o el atún soportan bien vinos rosados muy frutales.
Si se trata de pescados blancos y melosos, vinos con cuerpo fermentados en barrica más de 6 meses.
Las ostras con Cava o Champagne, también rosado, siempre serán una combinación ganadora, sin dejar de lado un buen Albariño, claro.
Lo mismo pasa con pescados salados, de sabor fuerte y pronunciado como las anchoas o las sardinas que van bien con espumosos como cavas Chardonnay, Xarel•lo o Pinot Noir, así como un Albariño o Godello.
Vinos ligeros y frescos como el Albariño, Verdejo, Godello o Chardonnay potenciarán su sabor.
Mariscos, crustáceos y moluscos en general también se llevan mejor con vinos blancos.
Más si se trata de productos de elaboraciones puras y sencillas que conservan su esencia marina.
Crustáceos en general con un Riesling, Verdejo o algún blanco de Alella.
Y si son tipo langosta, cangrejo o gambas cocidas con Chardonay o Sauvignon blanc.