El croissant debe su forma distintiva y su textura hojaldrada a un proceso meticuloso.
Su preparación requiere paciencia y precisión: la masa fermentada se extiende, se cubre con mantequilla y se dobla varias veces.
Esta técnica, llamada «tourage», crea las múltiples capas que le dan al croissant su textura característica.
También conocido como «chocolatine» en el suroeste de Francia, este rectángulo de masa hojaldrada contiene barras de chocolate.
Su horneado lo transforma en un joyero dorado con un corazón fundente que deleita a pequeños y mayores.
Este bollo en forma de espiral combina masa hojaldrada, crema pastelera de vainilla y pasas previamente maceradas.
Aunque técnicamente diferente de las masas hojaldradas, la brioche se impone en esta categoría por su textura aireada.
Su masa, enriquecida con mantequilla y huevos, le confiere su suavidad y su característico color dorado.
Originario de Bretaña, este delicioso bollo se compone de masa hojaldrada generosamente untada con mantequilla y azúcar.
Su horneado provoca la caramelización del azúcar y la mantequilla, creando una bollería crujiente por fuera y fundente por dentro.
Esta media luna de masa hojaldrada contiene un compota de manzana delicadamente especiada.
Aparecen versiones bicolores del croissant, incorporando cacao o matcha en algunas capas de la masa.
Los rellenos tradicionales a veces dan paso a creaciones audaces como la crema de pistacho o frutas exóticas.
Algunos artesanos proponen alternativas a la mantequilla para dietas específicas, mientras que otros reinventan las formas clásicas para crear híbridos sorprendentes.
La bollería francesa encarna el equilibrio perfecto entre tradición e innovación.
Cada bocado cuenta una historia de savoir-faire transmitido a través de generaciones, adaptado a los gustos contemporáneos sin perder su esencia.