De mi madre aprendí a dorar un diente de ajo en aceite de oliva virgen extra, rehogar en ello el arroz y añadir una hoja de laurel junto al agua de la cocción.
Estos tres elementos, quizás los más clásicos, aportan mucho sabor al arroz blanco.
Ajo, laurel y aceite de oliva virgen extra son la Santísima Trinidad de mi guarnición favorita, pero a lo largo de los años he ido probando otras formas que funcionan igual de bien y con las que se consigue un arroz blanco con mucho sabor.
En la Escuela de Hostelería usábamos una cebolla claveteada, es decir, pinchábamos un par de clavos de olor en una cebolla pelada y la sumergíamos en el agua de la cocción del arroz.
Un truco perfecto para quienes sois fans del sabor y aroma de esta especia, aunque cuidado con la cantidad usada porque es muy potente.
Otro truco que hemos usado y compartido con vosotros en DAP es el de añadir salsa de soja al agua de la cocción.
Añadir ajo en polvo al agua de la cocción, una buen alternativa al ajo fresco.
Rallar, picar o machacar uno o varios dientes de ajo fresco y rehogar ligeramente en aceite antes de incorporar el arroz y el líquido de la cocción.
Sustituir el agua por caldo, mejor si es casero, aunque en un caso de apuro una pastilla de concentrado puede servir de apaño.
Trocear finamente 1/4 de cebolla y rehogar en aceite antes de incorporar el arroz y el agua.
Agregar perejil picado u otras hierbas al líquido de la cocción.
Incluir un par de granos de pimienta negra al líquido de la cocción.
Usar mantequilla en lugar de aceite para conseguir un punto de sabor distinto y cierta untuosidad.
Agregar un poco de pasta de miso disuelta en el agua de cocción, sin añadir sal.
Exprimir medio limón y añadirlo al líquido de la cocción.