Lo ideal, si lo que se busca es el mejor resultado, es comprarlo fresco, por su textura más tersa que el congelado.
En el caso de que puedas permitírtelo, lo mejor es cocer el marisco vivo.
Si no puedes y lo compras congelado, recuerda descongelarlo en la nevera, dentro de un colador colocado sobre un cuenco grande que vaya recogiendo el agua y cocerlo en cuanto se haya descongelado.
Antes de empezar a cocinarlo, es fundamental lavarlo y escurrirlo bien.
Una vez escurrido, llegará el momento de buscar una olla lo suficientemente grande para que este quepa con soltura y se pueda cubrir con abundante agua.
Llena la olla, pues, con bastante agua y ponla en el fuego hasta llevarla a ebullición junto con una hoja de laurel y alrededor de 60 gramos de sal por cada litro de agua.
El marisco debe echarse en cuanto el agua comience a hervir a borbotones, contándose los minutos de cocción desde el mismo momento en el que la pieza se adentra en la olla.
En el caso del marisco pequeño, como las gambas, los langostinos, las cigalas y crustáceos de pequeñas dimensiones, se saca de la olla cuando, tras echarse, el agua vuelve a hervir.
En el de las piezas medianas, como es el caso de las galeras, las nécoras, los carabineros o los gambones se dejan entre dos y cinco minutos desde el momento en el que se echan a la olla.
En el del marisco de gran tamaño, como el bogavante, la langosta, el centollo o el buey de mar, se calcula en función del peso, tal y como se aprecia en la siguiente tabla.
Peso de la pieza
Tiempo de cocción, desde que se introduce en la olla
500 gr.
10 minutos
600 gr.
11 minutos
700 gr.
12 minutos
800 gr.
13 minutos
900 gr.
14 minutos
1000 gr.
15 minutos
De esta tabla se desprende que, por ejemplo, un centollo de un kilo y medio se deberá cocer durante 20 minutos y un buey de mar de 2 kilos durante 20 minutos.
Tan importante como conocer los tiempos de cocción del marisco es saber cómo proceder una vez llegue el momento de sacarlos de la olla.
Y es que de no cortar la cocción, se puede pasar el punto de cocinado y estropearse muy fácilmente.
Pues bien, para evitar que esto pase buscaremos un recipiente profundo con agua salada y gran cantidad de hielo donde introduciremos el marisco nada más salga de la olla.
Tal y como apuntan los expertos en marisco, la proporción de sal en agua debe ser de alrededor de 40 gramos de sal por cada litro de agua.
No hay un ratio definido para la cantidad de hielo, aunque se recomienda ser generoso en el número de cubitos.
Si estos son grandes, mejor, dado que tardarán más en derretirse.
En cuanto entren en el recipiente con agua, sal y hielo, lo dejaremos reposando durante un minuto y, tras este, los colocaremos sobre una bandeja recubierta con papel de cocina absorbente.
Esta es la mejor técnica de cocinado para conseguir que la carne del marisco quede tersa y crujiente.
Eso sí, para que este tenga la textura perfecta es fundamental servirlo inmediatamente y, si no es posible, cubrirlo con un trapo humedecido en agua salada y meterlo en la nevera durante no más de una hora.
En el caso de que este sea tu caso, recuerda sacarlo entre dos y cinco minutos antes de consumirlo para que la pieza se atempere.