Sírvelas en su concha, bien frescas.
Las ostras son ligeras pero suculentas, perfectas para abrir el apetito.
Junto a ellas puedes incluir otro marisco crudo, como almejas finas cuchillo o escupiñas, que van bien con un chorrito de limón.
También puedes añadir algún marisco cocido servido ligeramente frío, como la concha fina o las gambas.
Las gambas y langostinos cocidos son una excelente elección como aperitivo.
Comienza por las gambas y luego pasa a los langostinos.
Algunos prefieren sumergir estos mariscos en agua con hielo para cortar la cocción y mantener su tersura y firmeza, mientras que otros los disfrutan con un punto de temperatura.
Los percebes, en cambio, deben consumirse calientes sí o sí.
También puedes ofrecer mariscos de concha como las almejas y mejillones calientes.
Hervidos al vapor con un toque de vino blanco, estos mariscos introducen sabores más complejos sin ser demasiado pesados.
Añade un poco de ajo y perejil para un acabado perfecto y sirve bien calientes.
Debes trocear los crustáceos grandes en la cocina y servirlos en una fuente, y poner una cuchara grande en el caparazón.
Si seguimos un orden de intensidad, comenzaríamos con el buey, seguiríamos con la nécora, la centolla hembra y terminaríamos con la centolla macho.
Su carne tierna y dulce se presta a preparaciones sencillas a la plancha, parrilla o al horno, con un toque de aceite de oliva y sal marina para realzar su sabor.
Un truco para evitar tener que estar yendo a la cocina continuamente es marcarlos a la plancha sin cocinarlos completamente y, justo antes de servirlos, meterlos en el horno a 180 grados durante 3 minutos.
De esta forma, mantienen el sabor de la plancha y evitas estar en los fogones durante la comida.
Puedes prepararlos cocidos o a la parrilla y traerlos ya trinchados de la cocina, con la carne de las pinzas servida aparte.
En este punto, la presentación lo es todo: asegúrate de que cada detalle, desde la disposición de las tenazas hasta el brillo de los caparazones, esté perfectamente cuidado.