Las diferencias entre finos y manzanillas se encuentran en los lugares en los que envejecen ambos vinos. El fino madura en bodegas de Jerez y El Puerto de Santa María, mientras que la manzanilla se elabora exclusivamente en la localidad costera de Sanlúcar de Barrameda. Mientras que la manzanilla es "marítima", el fino es "continental". La brisa fresca y húmeda de Sanlúcar ayuda a mantener una profunda capa de flor todo el año. Sin embargo las condiciones más secas y cálidas en otras partes de la región de Jerez, con una menor influencia del atlántico, hacen que las temperaturas cambien bruscamente. Como resultado, la manzanilla suele ser un poco más brillante y fresca que la fina, más elegante, suave y de un color dorado. A menudo, tiene una nota salada distintiva y un toque de manzanas verdes. El fino, en cambio, tiende a ser más rico y amplio en boca, con un carácter ligeramente sabroso, y notas más almendradas. La vinificación es la clave. Comparten la misma materia prima, uva blanca palomino, así como los métodos de fabricación y reglamentos. Sin embargo, un vino criado en una bodega de Sanlúcar se etiquetará bajo la D. O. Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda, y un vino envejecido en Jerez de la Frontera, lo hará bajo la D. O. Jerez-Xérès-Sherry. Las claves para diferenciar fino y manzanilla en una cata las aporta la climatología y proximidad del mar. En Sanlúcar, las bodegas se encuentran cerca de la desembocadura del Guadalquivir, donde la influencia de los vientos y humedad del Atlántico es más fuerte. A diferencia de Jerez, donde los vinos descansan a varios kilómetros del océano, con una influencia menor del mar. Esta singularidad de microclimas da como resultado estilos de vino diferentes. La cercanía del mar hace que la manzanilla de Sanlúcar se críe bajo un velo de flor más grueso, que aguanta todo el año gracias al clima suave del Guadalquivir, que suaviza su sabor, con un toque salino, y aportando dorados al vino. El velo de flor del fino de Jerez, en cambio, disminuye antes por los fuertes cambios de temperatura propios de la zona, dotando al vino de aromas agudos, con matices de frutos secos, más estructura y menor salinidad, además de unos tonos más pálidos.