La acuicultura española no ha ido ganando terreno por casualidad, nadie se posiciona como referente sin trabajo y sin responder a unos estándares de calidad y seguridad máximos. España es una potencia global en acuicultura. Lidera la Unión Europea en volumen de cosecha, es referente en innovación, y cuenta con estándares de calidad y control alimentario reconocidos a nivel internacional. La acuicultura española está regulada por normativas europeas extremadamente estrictas, lo que ha convertido al sector en uno de los más controlados del mundo. La acuicultura española no compite con la pesca extractiva, la complementa, la sostiene, ambas son necesarias, y de su equilibrio depende que podamos seguir disfrutando del pescado como hasta ahora, sin agotar los recursos de los océanos, mares y ríos. La acuicultura española está regulada por normativas europeas extremadamente estrictas. Cuando hablamos de acuicultura española, hablamos de una red de profesionales —científicos, acuicultores, técnicos— que trabajan en entornos únicos como el mar de Galicia, los deltas levantinos, los ríos de Aragón o las costas de Andalucía y Murcia. Gran parte del pescado que ya estás consumiendo viene de la acuicultura... española. Todo eso puede ser acuicultura, y además, de cercanía. La lubina que recuerdas por su sabor, esa corvina o ese rodaballo servido con elegancia en un restaurante con estrella Michelin, puede que la respuesta te sorprenda, o mejor aún, que te enorgullezca. Esa lubina memorable que comiste, ese sashimi perfecto o esa trucha que repites sin pensarlo... también pueden ser productos del mar y de los ríos cultivados, con origen y acento español. Hechos aquí, criados por profesionales que saben lo que hacen, y que trabajan para que, sin darte cuenta, comas bien, seguro y sostenible. Por eso, la próxima vez que te preguntes de dónde viene el pescado que tienes en el plato, puede que la respuesta te sorprenda.