Una diferencia destacable la encontramos en su textura, ya que mientras que el gazpacho es una sopa fría, el salmorejo es una emulsión.
El salmorejo es mucho más espeso y cremoso, por lo cual, visualmente se parece más a un puré y es necesario tomarlo con cuchara.
En cambio, el gazpacho es totalmente líquido, similar a un zumo o a la mencionada sopa, lo que permite servirlo en vaso o en un tazón para beberlo.
Esto se explica por la combinación de los ingredientes que lleva cada receta, y sobre todo por la ausencia o presencia de agua en su elaboración.
Como norma general, las dos recetas utilizan tomate, sal, ajo, pan duro y aceite de oliva, los tres últimos en mayor proporción en el salmorejo.
Además, al gazpacho se le añade pepino, pimiento verde, cebolla y vinagre, alimentos que no se usan para cocinar el salmorejo.
En el caso del salmorejo, el agua que lleva es la del pan en remojo, por lo que al triturar todos los ingredientes se obtiene una crema espesa.
Por el contrario, al gazpacho también se le incorpora agua en el momento de triturar las verduras, así que queda un plato de consistencia acuosa al llevar mayor cantidad de líquido.
En cuanto a la guarnición que se añade a cada plato, no existe una fórmula exacta, pero muchas veces se opta por estos ingredientes: mientras que el salmorejo se suele acompañar de huevo duro picado, cebollino o taquitos de jamón serrano, el gazpacho habitualmente se sirve con picatostes y trocitos de cebolla, pimiento y tomate.
El salmorejo engorda un poco más que el gazpacho.
Aunque la diferencia calórica es mínima, el salmorejo tiene más calorías porque lleva mayor cantidad de pan.
Según datos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), una ración de 200 mililitros de gazpacho contiene de media unas 110 kilocalorías, la mayoría de ellas procedentes del pan y del aceite de oliva.
Además, la organización también destaca "la baja aportación energética, pero la alta densidad nutricional" del salmorejo, ya que en una ración de 100 ml hay de promedio 124 kcal.