Para saber si el marisco está fresco, conviene conocer un sencillo truco. El marisco, al igual que sucede con el pescado, se deteriora con facilidad, además de ser sensible a las variaciones de temperatura y a un inadecuado almacenamiento. Lo primero que se debe hacer es examinar su aspecto, fijándose en una serie de detalles fundamentales para poder obtener esta información. Hay que prestar atención al sentido del olfato, que es clave para poder conocer información acerca de la frescura del pescado y el marisco. Cuando te acerques al mostrador, podrás respirar de forma profunda, y si está en buen estado, deberá desprender un olor agradable, similar al del agua del mar. Habrá que desconfiar del marisco que desprenda un olor fuerte y desagradable, similar al amoníaco o agrio, ya que esta es una clara señal de que se encuentra deteriorado y en mal estado. Conviene fijarse en la textura de la carne, que debe ser firme y elástica al tacto, sin hundirse. Si presenta una consistencia viscosa o blanda, puede ser otro claro indicativo de que ya no es comestible y es mejor que se deseche.
Si hablamos de cefalópodos como sepias, calamares o pulpos, la carne debe ser firme, brillante y de color blanco, además de tener unos tentáculos resistentes. También hay que fijarse en la cáscara y la piel, que debe ser brillante. Si nos encontramos con que las conchas de los moluscos bivalvos como navajas, mejillones o almejas presentan roturas, o los moluscos están abiertos, lo más indicado es evitarlos. Si está fresco, este tipo de marisco solo se debe abrir por completo al cocinarse. Si se trata de gambas o langostinos muy frescos, estos deberán presentar una apariencia brillante y, al tacto, deben estar firmes y no ser pegajosos, mientras que, en el caso de ostras, almejas, mejillones y vieiras, la pulpa debe ser suave y estar bien adherida a la cáscara.
Por su parte, si hablamos de langostas o cangrejos, las extremidades deben adherirse firmemente al cuerpo y ser fuertes, con una parte que recubre el pecho que es transparente y resistente, mientras que la cabeza y el pecho son claros, sin presencia de manchas oscuras. De igual modo, hay que fijarse en el color y aspecto de la carne, siendo otro indicador esencial de la frescura del marisco y del pescado. Si hablamos de gambas, saber si son frescas es sencillo, ya que visualmente deber presentar una cáscara muy brillante y húmeda, con un caparazón de color rojo rosado, mientras que, si está descolorido y tiende al grisáceo, quiere decir que no están frescas. También es posible fijarse en las cabezas de gambas o langostinos, que tienen que mostrar colores translúcidos, debiendo descartar aquellos ejemplares con presencia de manchas oscuras en el cuerpo.
Si hablamos de los ojos, si los tienen, como en las gambas o langostinos, que deben tenerlos brillantes y negros, cuanto más brillantes sean los ojos, más fresco estará, mientras que, si están apagados o turbios, será una señal de que el producto no cuenta con tanta frescura como debería. Finalmente, en el caso de los moluscos bivalvos o de cáscara doble, como navajas, ostras o almejas, entre otros, hay que buscar señales de vida, ya que son mariscos que se deben comercializar vivos y dentro de la cáscara cerrada. Si están frescos, deberán estar cerrados y abrirse al tocar la cáscara, mientras que, si están abiertos desde un principio, significará que están muertos. Si se trata de crustáceos como langostas, gambas o cangrejos, habrá que fijarse en si mueven antenas y patas de manera instintiva, y dejan de hacerlo cuando van perdiendo frescura. Si están frescos, tienen movimientos reflejos de antenas, ojos y patas. Todas estas señales podrán ayudar a saber si el marisco que compras está fresco o no.