Si somos puristas —como vamos a ser hoy— la paella valenciana solo debe tener arroz, una pizca de pimentón, azafrán, conejo, pollo y, en la parte verde, bajoqueta —una judía verde plana—, tomate y garrofó.
Amén de sal y una pizca de aceite, claro.
El uso del romero y del caracol va en gustos, aunque siempre queda bastante bien.
Y si te animas, prueba a añadirle salmorreta.
Toda paella que se precie comienza por un buen sofrito.
En una paella cuanto más grande mejor, se sofríe en abundante aceite el pollo, el conejo, las judías, las alcachofas y los caracoles, sazonando con un poco de sal y pimentón hacia el final.
Cuando esté bien dorado se añade el tomate triturado y se rehoga.
Con el sofrito listo se debe de añadir el agua.
Echamos ahora algunos troncos más al fuego para que suba de potencia y se haga bien el caldo durante 25 o 30 minutos.
Es un buen momento de echar el azafrán o, en su defecto, el sazonador de paella.
Luego añadimos el arroz "en caballete" (en diagonal) y lo distribuimos por la paella.
Tiene que quedar completamente seco y suelto.
Mi recomendación para los primerizos es que tengáis un cazo con agua hirviendo al lado, por si hay que añadir agua.
A mitad cocción también podemos poner unas ramitas de romero, que retiraremos antes de servir.
Por último, conviene dejar la paella reposar unos minutos tapada con un gran paño antes de servirla y recibir el aplauso de los presentes.