Cortitas y frecuentes, así recomendaba el consumo de vino de Jerez un recordado viajante.
Del espíritu al menos, pero no sólo.
Hoy en día pueden encontrarse verificaciones científicas de estas propiedades y, pese a las lógicas llamadas a la moderación en el consumo de alcohol y la evitación directa en el caso de los menores, lo cierto es que no caben dudas sobre la calidad, como remedio ante algunos males concretos, de estos productos que, como los principales vinos del Marco de Jerez, contienen alcoholes originados en un proceso biológico natural.
El deleite para los paladares alcanza, pues, condición terapéutica innegable desde antes de la afirmación de Alexander Fleming.
El Premio Nobel de Medicina en 1945, aseguró que si la penicilina cura a los enfermos, el jerez resucita a los muertos.
Más cercano en el tiempo, 2004, está el estudio de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla que demuestra que el consumo moderado de los vinos del Marco reduce los niveles de colesterol en sangre mejorando la circulación.
Una copa diaria.
Los polifenoles que contiene el jerez como otros vinos, ácidos antioxidantes que combaten el colesterol malo, evitan que se pegue en las paredes interiores de las arterias favoreciéndose un efecto anticoagulante y la deseable vasodilatación.
Están en la piel, la pulpa y hasta las semillas de la uva palomino, pobladora de las viñas del Marco de Jerez.
Todo un tesoro que conduce a que un copa de vino sea algo más que puro deleite para el paladar.