Se trata de un vino generoso que se sitúa entre el Fino y el Oloroso, combinando la frescura de la crianza biológica y la sofisticación de la crianza oxidativa. Se inicia como un vino Fino o Manzanilla, sometido a una crianza biológica bajo una capa de levadura llamada «flor», que protege el vino de la oxidación y le confiere sabores frescos y delicados. Tras esta primera fase, el vino se fortifica con alcohol para detener la acción de la flor, dando inicio a la segunda etapa de envejecimiento: la crianza oxidativa. En este punto, el vino entra en contacto con el aire, adquiriendo colores más oscuros y sabores más complejos. El vino amontillado posee una graduación alcohólica que oscila entre el 16% y el 22% y se caracteriza por su elegante color que varía entre topacio y ámbar. Su aroma es sutil y delicado, con una base etérea suavizada por aromas de frutos secos de cáscara, como las avellanas. En boca, este vino es seco, muy estructurado y de una acidez agradable. Su reconocible toque amargo le confiere una elegancia especial. Además, el amontillado es conocido por su notable salinidad que lo hace un vino largo y complejo. Su paso por la boca destaca por sabores de especias, caramelo tostado y notas cítricas, como la naranja. En definitiva, el vino amontillado es un vino de gran riqueza aromática, delicadeza y complejidad, que ofrece una experiencia de degustación única y memorable. El amontillado es un vino excepcionalmente versátil en términos de maridaje.
Si te gustan este tipo de vinos pero quizás los encuentras algo empalagoso, nosotros te proponemos dos alternativas de nuestra Bodega Faustino Rivero Ulecia que te encantará. El vino amontillado es una expresión única de la viticultura andaluza, un vino que combina la frescura de la crianza biológica con la profundidad y la complejidad de la crianza oxidativa.
Ya sea disfrutado solo o como complemento de una comida, el amontillado ofrece una experiencia sensorial inolvidable.