El término maridaje hace referencia al hecho de “casar” un alimento con un vino para realzar el placer o lo que es lo mismo, conseguir que el vino adecuado potencie el sabor de la comida.
El consabido dicho de que los vinos blancos maridan con pescados y los tintos con carnes, es una simplificación algo banal del arte del maridaje en el que entran en juego numerosos componentes tanto del plato, como del vino.
En términos generales existen dos tipos de maridajes, por afinidad y por contraste.
En el primer caso, vino y comida van alineados, por lo que maridaríamos un plato ligero y fresco con un vino igualmente ligero, con poco cuerpo y joven mientras que, para platos estructurados y de sabor potente elegiríamos vinos con más cuerpo y más maduros.
En el caso de un maridaje por contraste, el efecto buscado es el opuesto, y compensaríamos un plato, por ejemplo, excesivamente salado con un vino muy dulce para de esta manera equilibrar el paladar.
Es igualmente importante el aspecto cultural del maridaje, hay una expresión muy utilizada por chefs y sumilleres, “what grows together, goes together”, o lo que es lo mismo, “aquello que crece junto, combina bien”.
Por eso es incuestionable la perfecta armonía de un langostino de Sanlúcar con una manzanilla o el de una vieira con un albariño de Rías Baixas.
Por último, no podemos olvidar la percepción y el gusto personal que en última instancia decidirá si preferimos realzar o suavizar un determinado sabor.