Para huir de las costras gruesas, blandurrias y grasosas y conseguir capas de empanado finas y crujientes, no tienes más que seguir los consejos que aparecen.
El panko, un invento de origen japonés cada vez más popular en los restaurantes, son una especie de escamas de pan con las que se obtiene un empanado más ligero y voluminoso.
El primer, que es el que se usa habitualmente en España, da como resultado un empanado bastante compacto.
Si lo haces en casa triturando pan seco, la calidad suele mejorar.
Importante: para que el resultado no quede soso, la harina, el huevo y el pan rallado o similar deben estar ligeramente salpimentados.
Después pasamos el alimento por harina y sacudimos para retirar el exceso: repetimos la operación con el huevo, y después con el pan rallado.
Vamos colocando todas las piezas empanadas en un plato o una bandeja; una vez estén listas, las llevas a la nevera entre 15 y 30 minutos para que el empanado se asente y no se despegue al freírlo u hornearlo.
El fuego debe estar a potencia media para que se cocine el interior y se dore de manera uniforme el exterior.
Si lo ponemos muy alto quedará crudo por dentro y dorado por fuera; si lo ponemos muy bajo, absorberá aceite como una esponja.
Después de fritos, los empanados se deben colocar en un plato con papel absorbente.
Pues siempre puedes dorar los empanados en la freidora de aire o en el horno a 200 grados, rociando previamente las piezas con un poco de aceite para que se doren.
Entre cinco y 10 minutos a 200 grados y… no, no estarán como nuevos, pero mantendrán el tipo mejor que si los pasas por la sartén o el microondas.